domingo, mayo 31, 2009

PREGUNTAS DE MUCHACHO Y LATINOAMERICA


Juan Sánchez CotánMembrillo, repollo, melón y pepino (1602)

Esta mañana mientras trabajabamos en los desayunos en el café me preguntó Kenry, uno de mis cocineros; que por qué creía yo que se había producido el boom de la cocina latino americana y el por qué del de  la cocina venezolana, una pregunta como de muchacho diría mu abuelo Gámez. Respondí haciendo un poco de historia diciendo que el paso de los cocineros de obscuros señores ocultos en cocinas escondidas en las profundidades del retaurant a vedets que salen a la sala, pasando por iniciativas de restauradores de traer cocineros foráneos, pasando por Blanchard y sus cocineros, el Grupo Ara, la generación que de allí surgió, el CEGA, el crecimiento de las escuelas de cocina y sin duda alguna los medios de comunicación, desde la creación de canales de televisión hasta la nueva Alejandría: el internet.

Recuerdo cuando trabajamos con John Guerrero que lo más importante que nos inculcó fue el interés por saber lo que estaba sucediendo en la cocina mundial. Ese tiempo coincidió con el repunte que la cocina Catalana y Vazca tuvieron con sus grandes protagonistas. Así por internet podía alguien en Mérida informarse de lo que pasaba en le mundo de la gastronomía.

Dicen algunos estudiosos como por ejemplo el Dr. Briceño Guerrero que Latinoamérica a llegado a su momento donde destacará en las artes y en las innovaciones en el mundo, que ese mestizaje esos años de ser europeos segundos, ese discurso salvaje se hará algo más coherente y maracará pauta en el mundo, así ha pasado con la música y ahora con la gastronomía.

Todo esto me recuerda que cuando era niño y estudiaba en el Colegio Seráfico un compañero que era de origen boliviano me dijo comentando acerca de mis planes de irme al Tibet a conocer, que un sabio le dijo a su papá allá en Bolivia que un pequeño cambio en la inclinación de la tierra había hecho que los centros magnéticos espirituales que antes estaban en Asia y en el Tibet se trasladaran a América latina y espcialmente a los Andes, y que esto haría en los próximos veinte años que la atención del mundo se volteara a la América latina. No sé quizás fueron cosa de muchachos.

jueves, mayo 28, 2009

FICATUM, DOÑA OMAIRA Y MI CORAZÓN

Doña Omaira

1.- Quien me conozca sabe que como lo que sea, donde sea, que mi afán de probar cosas nuevas es casi ilimitado, pero sabe también que no como hígado. No sé, en la carnicería hasta me provoca, cuando me convertí en cocinero alguna vez compré un hígado que lucía suculento en la nevera de la carnicería y lo preparé yo mismo, pero... no puedo con él, es algo con el aroma, la textura, es algo que no me deja pasarlo de la garganta. No me gusta el hígado y al parecer es lo único que no como. Hasta las morcillas, que luego de verlas hacer a cualquiera se le enfría el guarapo para comerlas, pero el hígado, esa víscera tan famosa, esa que picotea el águila en el cuerpo encadenado de Prometeo, ese mismo que día a día crece para ser picoteado de nuevo, ¡No! no puedo comerlo.

2.- Si alguien me conoce sabe que no me gustan mucho las frutas, es decir; no soy un comedor de frutas que digamos, aunque las admiro, las preparo, me encanta cosecharlas no me gusta mucho comerlas. Con una excepción, hay una fruta que me encanta sobre todas, que su aroma, su color su textura me altera hasta el paroxismo, esa no es otra que el higo. No creo que exista una fruta que me inspire más ni que me haga como el higo comer uno tras otro, eso sí; el higo maduro. Es algo que no entiendo por qué en Venezuela el higo practicamente se redujo al higo verde en almíbar, es decir al dulce de higo.

3.- Si saben algo de mí sabrán que una de mis principales inspiraciones en la cocina son mis abuelas materna y paterna, en el caso de mi abuela Omaira, la madre de mi papá mi relación con ella se llevó a cabo entre el cuarto de los santos y la cocina. Rezaba y guisaba como ninguna otra, tenía una delicadeza en su sazón como un disciplina en su oración. Mi abuela Omaira me consintió secretamente y públicamente mi gusto por la comida. Muchas veces me preparó con masa de arepas unos tortolitos hechos a mano que yo devoraba con pasión. Mi abuela y yo nos quisimos entre la religión y la cocina.

1.1.- Aunque no tolere el hígado hubo un episodio que todos recuerdan, incluso mi papá; en que comí un plato completo de hígado encebollado, eso lo hice a petición de mi queridísima abuela Omaira, ella misma lo preparó y me hizo sentarme a comerlo, por cierto que el sabor y la textura y el olorcito del que tanto me quejo del hígado no los noté y pude comerme todo un plato de esta víscera, así que aunque me repugne un poco el hígado me recuerda un poco a mi abuela, a ese acto de amor que es el cocinar y ese acto de devoción que es el comer. Agradezco tanto amor en la mesa expresado por Doña Omaira.

2.1 Al parecer el higo es una de las frutas más antiguas que se conocen, dicen las Sagradas Escrituras que Adán y Eva se cubrieron de su desnudez con hojas de higuera. Pero la etimología de la palabra higo es curiosamente culinaria. El foie Gras no fue un invento de los franceses ya en la Grecia clásica había la costumbre de cebar a las ocas para que su hígado creciera más de lo normal, sólo que cebaban a estos animales con higos, el nombre del plato: hepar sýkoton, hígado cebado con higos. Los romanos que copiaron muchas de las costumbres griegas se llevaron ese foie gras y lo tradujeron como ficatum jecur de ficus que es higo y jepar que es hígado. Se abrevió la palabra con el tiempo, se llamó ficatum a todo hígado, de allí al español medieval a fégado, de allí como pasó muchas veces esa "f" pasó a ser una "h" entonces hégado= Hígado. Curioso, hígado muy parecido a higo. Sorprende aún más que ésta relación entre el nombre del hígado y el latín ficus existe en las demás lenguas románicas: foie (francés), fegato (italiano), fegado, (gallego), ficat (rumano), fetge (catalán y occitano), figá (veneciano) y figáu (sardo).

3.1- En el patio interno de la casa de mi abuela había una higuera hermosa, la que no daba tantos frutos como uno se espera pero los que daba eran grandes y deliciosos. Mi abuela era fanática de estos higos los cuales, como los entendidos sabrán, son mejores si se maduran en la misma planta. Así que cuando mi abuela veía un rico higo a punto de maduración lo cuidaba lo ponía entre una mallita para que los pajaritos no lo picotearan y no sé por qué extraña razón creo que era para ella una ofrenda de la naturaleza para la virgen. Entre las cosas que hacía Doña Omaira para con su nieto Antonio Felipe era, que conocedora y mejor dicho inculcadora de ese amor por los higos a su nieto cuando llegaba éste, ella le decía en secreto que tenía un higo maduro esperando por ambos, así en el cuarto de los santos a escondidas de las miradas humanas pero ante la mirada santa de las imágenes compartía su preciado tesoro con su querido nieto. Así, el comer un higo se convertía en algo sagrado para la mente y corazón de un niño tan querido, el amor compartido por medio de un higo picado en dos fue toda una ceremonia que no se le borrará de la mente ni del corazón al nieto querido. Comer higos para mi es casi ritualístico.

Conclusiones.- La vida está llena de extrañas relaciones aparentemente inexplicables, por ejemplo la relación de la palabra higo y la palabra hígado, que en un sentido no solo etimológico se relacionan en mi corazón y en mis felices recuerdos con mi querida abuela Omaira, aunque más nunca pude comer hígado sí como higos continuamente y más ahora que tengo un proveedor que me los trae una vez a la semana al café para ser usados en la cocina y en mi paladar. Extraña relación entre el higo, el hígado, mi corazón y mi abuela. Algo cuirioso que debo anotar es que al fallecer mi querida Omaira, al poco tiempo la mata de higo se secó, ¿Será alguna coincidencia? ¿Quién lo sabe?

domingo, mayo 10, 2009

LOS CHEFS TAMBIEN COMEN ARROZ Y TAJADAS

Una de las cosas más extrañas de ser cocinero es cuando alguien lo invita a uno a comer. En primer lugar alegan que les da pena, que la comida que van a servir no es ninguna exquisitez. Yo he experimentado al servirme un plato de un buen guiso casero a la familia entera mirándome y a la cocinera preocupada por mi opinión, pero a quién no le gusta la cocina casera? Para los cocinero que probamos tantas productos importados o delicados en la cocina es un verdadero placer la cocina sencilla, y llamo sencilla a la cocina de la casa, a la cocina que no busca ser exquisita, elevada, los chefs comen arroz y pollo y tajadas, si alguien lo niega es un pretencioso. O todos los chefs vienen de ser criados en el palacio de Sir Weelinton y han comido sólo Foi gras y caviar? No niego el refinamiento del paladar pero las echonerías de un cocinerito porque en su cocina dan aceite de oliva virgen extra de primera prensa y critique el aceite onotado del guisito casero, me parece una postura, una pose, un refinamiento falsa.

Otra cosa es visitar un restaurant, en mi casa es difícil por varias razones, la primera es que enfrentar un menú donde venden un lomito en salsa de algo y que a uno le cobren 75 BsF por algo que tu sabes que a costo no pasa de los 20 bolos es absurdo y además el enfrentar la posibilidad de que el platillo sea bueno o no, que el cocinero no lo ejecute adecuadamente es un verdadero martirio. Por eso cuando como por fuera prefiero los platos sencillos, o termino comiendo pizzas, pastas básicas, calamares rebosados, o hamburguesas en el sitio que mas me apetezcan, es válido decir que no me da pena decirlo, hacerlo y menos contarlo. No le da pena que lo vena comiendo en la calle una arepa? La verdad no me da ni un poquito de pena. Por cierto que mi relación con la comida criolla como muchos saben raya en el faatismo, no concibo ir a la playa y comer carne allá, ni ir al llano y no probar sus carnes o ir a Apure y no probar su jugo de naranja y berros, su suculencias de cazería o ir a una región y no explorar sus platos típicos y sus ingredientes comunes.

Otra cosa de ser cocinero es cuando lo invitan a una celebración a uno, me siento un médico al que todos piden consulta gratis en la fiesta, una receta con pollo por favor, o por qué no me queda la paella suelta? no respetan el tiempo libre, además que un cocinero es mucho más que fogones. La última cosa es que en las celebraciones lo invitan a uno a la cocina para que revise si el asado esta rico y bien cocido o a la parrillera para que le eche un ojito a la carne, saben bien que termina uno cocinando la carne y haciendo una salsa de última hora para el pernil que se secó o aderezando alguna ensalada insípida. Por eso hace tiempo que llego tarde a las fiestas, sobre todo cuando se que son parrilladas, para que al llegar ya esté la carne y la comida lista.

LAS CAMINATAS DIARIAS POR LOS PALOS GRANDES

Ahora desde Caracas, cocino y pienso en varias cosas. Primero trabajo en los Palos Grandes y vivo muy cerca así que camino en las mañanas hacia el Café y en las tardes hacia mi casa. Los Palos Grandes se podría decir que es el epicentro de la gastronomía caraqueña, algunos dirán que ese epicentro está más bien en Las Mercedes, yo creo que en las Mercedes la cosa es más negocio, pero en Los Palos Grandes se respira un aire más tranquilo. En mi caminata matinal veo a cocineros dirigirse a sus respectivas cocinas, algunas como la de la Estancia y el Lee Hamilton verdaderas leyendas. Otras como la avenida entre la primera y segunda transversal donde Tawa, Shayará, Come e casa, Mediterráneo y Alto comparten calzada. No puedo negar el placer que siento al tener todo cerca, veo en las mañanas a Laurent Cantineaux tomado café en la terraza del Café. Muchos dirán que son tonterías mías, pero en esta zona donde la Cuadra Gastronómica y Fenicia, me quedan tan cerca, donde veo caminando al chef Carlos García, donde hay mercados de delicateces, cocineros en filipina en los supermercados aledaños, donde entre Saint Honoré y los Golfeados Don Goyo tomé un café delicioso media taza en Lunchy´s, donde hasta hay cadenas de fast food que abren 24 horas, donde sitios de té y restaurantes de grilles y barbecues están de vecinos. Tanto sushi, tantas pizzas, tantas chocolaterías, tanto que comer y explorar.
Recuerdo en mi paso por el extinto restaurant Apicius en Mérida cuando su Chef John Guerreo nos metió esas ganas de saber lo que ocurre en la cocina del mundo y eso de la farándula gastronómica venezolana, al menos saber quién es quién. Es esos días debía ver las cosas por internet y por revistas, ahora las veo en vivo. Alguien saldrá a decir que es el cocinero del interior, expresión por cierto que me resulta antipática, del interior, muy despectiva la frase. Alguno dirá que es el cocinero del interior que se sorprende por cosas que son el día a día de la zona, pero no se me olvida que no debemos perder la capacidad de asombro. Así entre mi asombro por lo gastronómico, por la belleza arquitectónica de la zona y sus hermosos árboles me la vivo en un constante asombro entre mis caminatas de ida y vuelta de la casa al trabajo y del trabajo a la casa.